En el anterior artículo vimos como es funcional darle nombre a las cosas, como las podemos manipular y ordenar dándoles nombre. Podríamos pensar entonces que este es el máximo poder al que podamos aspirar, pero hay que tener en cuenta que decir o escribir palabras es un acto y los actos no siempre son acertados ni racionales. Por encima de las palabras debe estar el pensamiento.
Cuando meditamos no vaciamos la mente, no la ponemos "en blanco", eso es imposible. Tampoco la detenemos. Cada instante es un detenimiento, pero la mente es tiempo y el tiempo no se detiene. Lo que realmente hacemos cuando meditamos es "callar la mente", dejando que esta desarrolle otras capacidades operando con imágenes, sonidos (no verbales) o reminiscencias de emociones y sensaciones. Principalmente opera con palabras cuando dominamos el lenguaje y gracias a esto podemos ordenar y categorizar lo que conocemos de la realidad. La mente también opera con palabras, pero no es el único recurso que tiene. Y como ordenamos la mente con el lenguaje, cuando este se desboca la mente se desordena. Por eso para meditar hay que callar la mente.
Las palabras no aportan luz. Es la mente la que aporta luz y las palabras intentarán describir esa luz con más o menos acierto, con más o menos belleza, pero sin alcanzar esa luz. Las palabras no captan la luz. Es la mente la que capta la luz. La mente, el pensamiento, está antes que la palabra. Pero la mente no es útil sin palabras. La una necesita de la otra.
La palabra es un acto, es un sacrificio. Cuando hablamos o cuando escribimos (como estoy haciendo ahora) estamos ofreciendo algo. A veces nuestras palabras son un derrame sin control y no aportan así nada bueno, sino más bien pueden ser una pérdida de energía, de prestigio, de riqueza, el inicio de un peligro que atraemos inconscientemente, una provocación para el mal.
Las palabras son el resultado de nuestra actividad mental. Si decimos vaciedades o estupideces eso indica que posiblemente somos ignorantes o estúpidos. La estupidez es la osadía de quién ignora o no tiene talento. El pensamiento del estúpido no tiene valor ni sus palabras tampoco. Pero todos hemos sido ignorantes, hemos carecido de habilidades y hemos sido osados creyendo que lo sabíamos todo. A todo el mundo le ha pasado alguna vez, pero hay quien no lo supera.
Como dije, las palabras son ofrendas, sacrificios. La oración religiosa debe ser elevada, tan cerca de la divinidad como se pueda. Debe ser el resultado de la elevación mística y se recita como ofrenda, como sacrificio. El orante se significa con su fe hasta la última consecuencia.
"En el principio era el verbo y el verbo era Dios; este era en el principio con Dios". Dios es La Mente y su palabra una orden y un acto por medio del Espíritu Santo. La voz de Dios no puede ser escuchada ni su lenguaje comprendido, pero habla. "Y dijo Dios: sea la luz; y fue la luz". Dios es pensamiento y palabra en uno y no le afecta el tiempo.
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En la Antigüedad logos significaba palabra, pero después significó para nosotros los occidentales conocimiento o ciencia (del latín scientia). De algún modo el hombre moderno piensa que lo que guardamos con palabras es conocimiento (no tiene por qué) y el hombre antiguo pensaba que existía un conocimiento que sólo podía venir de la divinidad (lo que conocemos como Sophia Perennis) y poco a poco lo iban descubriendo y nombrando; y al nombrarlo lo podían manejar, en la medida de sus capacidades. No es en absoluto descabellado pensar así ni es tan diferente a la ciencia moderna, dedicada a descubrir y nombrar cosas nuevas. Sócrates pensaba que la escritura no era el medio más adecuado para el pensamiento y en cierto modo tenía razón, porque aquello que se escribe y que se cataloga como conocimiento se considera ley, algo inamovible, lo que impide o dificulta descubrir cosas nuevas, impide y dificulta el pensamiento. Ese es el principal problema del positivismo.
El conocimiento se puede expresar y se puede guardar con palabras y esto es algo imprescindible para el ser humano. Pero no todas las palabras son conocimiento ni la palabra es la primera manifestación de la mente. Recuerden ese "pienso luego existo" de Descartes: el pensamiento es primero.
Ernesto García-Testón Gómez a 19 de junio de 2025.
Ernesto García-Testón Gómez 2025.
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