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Hay que inventar palabras nuevas.
Cuando se utiliza una palabra o significante ya existente para darle otro significado se crea confusión y se lleva a cabo una acción tiránica intentando imponer ese significado y el sistema de ideas (otros significados) que le acompaña; y se detiene el proceso de evolución de las ideologías filosóficas e incluso de las culturas si esto es impuesto por las instituciones del Estado, algo que viene ocurriendo desde hace algunas décadas. Pero no voy a hablar de política sino de la buena o mala funcionalidad del lenguaje en relación a las nuevas ideas que se imponen, por fuerza o por razón: con la aparición de nuevas teorías y el descubrimiento de nuevos conceptos se hace necesario el uso de nuevas palabras que los representen.
Por ejemplo: la palabra "psiquiatra" no existió hasta el siglo XIX y antes se decía "alienista". El alienista estudiaba a los alienados, pero el psiquiatra irremediablemente acabaría estudiando la psique (1). Creo que este enfoque es absolutamente relevante en la aparición de la psicología moderna. Gracias a esta diversidad de palabras se estudia a los alienados, se estudian los cerebros y se estudian los pensamientos, es decir, todo aquello que conforma la personalidad. Quizá falten más palabras en el avance de esta y otras ciencias. Hay autores que utilizan palabras propias, como Ortega y Gasset con "rigoroso" o "protención" o Camilo José Cela con "erudipausia", algo que quizá motive que yo esté escribiendo este artículo. Estos últimos serían casos peculiares, pero crear nuevas palabras aumenta nuestras posibilidades y nos permite salir de marcos conceptuales que se vuelven dogmáticos.
Porque si utilizamos palabras ya existentes como "sublimar", "sostenible", "género" (2), "despertar", etcétera, lo que pretendemos, queriendo o sin querer, es borrar el sistema ideológico existente e imponer otro, que por ser nuevo debe ser incompleto y limitado. Si los sistemas antiguos son incompletos, ¡mucho más lo será un sistema nuevo! Los pensadores alemanes y anglosajones son muy dados a reutilizar palabras, lo que puede explicar el fracaso de sus ideologías cuando han de ser entendidas. También puede ser que nosotros no debamos traducir literalmente las palabras dadas en la filosofía germánica (3). El caso es que si intentamos sustituir conceptos ya existentes estos se enfrentan a toda una cultura previa de siglos o milenios en las que manejábamos esos y otros conceptos con otras palabras ya arraigadas en los idiomas. Otra cosa que se intenta al hacer esto es provocar una revolución y establecer un nuevo dogma, y a veces hay una intención tiránica en esto, o termina habiéndola irremediablemente. Las terminologías basadas en nuevos usos para viejas palabras de algunas ideologías, por este motivo, deben ser revisadas y quizá necesiten de nuevas palabras (significantes) para poder sobrevivir. Desde luego las necesitan para evolucionar, para no quedarse siempre en el mismo marco, porque cuando fueron iniciadas la realidad era distinta a la realidad posterior. Por ejemplo, la palabra "liberal" quizá haya sido la más castigada: antiguamente era sinónimo de generoso y después, a principios del siglo XIX, fue usada en España para designar a la facción de política de quienes "siempre llevaban el nombre de libertad en los labios" (4); después fue usada como sinónimo de tolerante, después para designar a una nueva especie de libertinos (acerca de sus prácticas sexuales liberales) y a día de hoy es usada para identificar a los partidarios del capitalismo según las ideas de Friedrich Hayek (rechazan al fascismo y al comunismo) o para identificar a los extremistas capitalistas o "anarcocapitalistas", que dicen profesar el "libertarismo" (ideología del siglo XIX que no es la liberal ni se inicia en España). En este último caso quizá sí hiciera falta que cada una de estas variedades expuestas tuviera su propio nombre, pero la evocación de la libertad es un gran reclamo, y por escoger este reclamo han creado confusión y recelo, porque cuando se habla de liberales no se sabe muy bien si son políticos ilustrados, partidarios del libre comercio o personas que participan en orgías sexuales. Inventar palabras nuevas es bueno para evitar confusiones.
Otro ejemplo sería "verde" como sinónimo de "ecológico". Al darle ese uso al adjetivo "verde" se entra en el campo semántico de la ideología ecologista y se asumen políticas ecologistas, aunque lo haga alguien que se enfrente a ellas. Quien hace ese uso de la palabra "verde" cae en la trampa sin remedio. George Lakoff tenía razón.
Pero inventar palabras nuevas es muy complicado. Para facilitar la tarea usamos raíces que provienen de lenguas muertas como el latín, el griego, el sánscrito o la que sea. También puede recurrirse a palabras de lenguas asiáticas o americanas precolombinas o a cualquier personaje mitológico (sería el caso de la palabra "selenita"). Es una forma válida de hacerlo. También podríamos convertirnos en seres humanos primitivos y volver a dar nombre a las cosas, nombres que nunca antes se hayan oído o de los que en ninguna cultura se tenga constancia. Sería la manera absolutamente válida de enriquecer el léxico.
Crear una nueva gramática también sería muy difícil y sería imposible implantarla en una cultura, porque nadie entendería ese lenguaje. Crear un nuevo lenguaje con una gramática y un léxico nuevos sería algo que sólo tendría sentido si queremos desarrollar inteligencias artificiales y hacer que ellas manejen ese lenguaje único, pero como ya sabemos las máquinas no pueden imaginar, no tienen intuición y algo como un lenguaje perfecto, una lengua de los dioses, sólo tendría sentido si lo utilizan seres verdaderamente inteligentes, o en todo caso los seres humanos, que tenemos intuición. Podría ser esta la lengua de una nueva comunidad de sabios, pero tal planteamiento es una quimera. De momento tendremos que conformarnos con los idiomas que tenemos.
Quizá nuestras gramáticas y los léxicos puedan evolucionar hacia un lenguaje perfecto, pero eso no lo veremos todavía. Lo que sí podemos hacer es inventar nuevas palabras o símbolos para nuevos conceptos. Los sistemas de pensamiento se suceden a lo largo de la historia y no debemos imponer ninguno, porque esa imposición determinará nuestro futuro y sería una imprudencia. Lo mejor es comprender qué pensaban nuestros antepasados y no pisar sus ideas imponiendo las nuestras del presente ni pretender que nuestro sistema modele el futuro, porque el futuro es todo aquello que nos queda por descubrir. Me niego a creer que ya no haya nada nuevo por descubrir. En todo caso, a falta de un nuevo idioma maravilloso, lo que tenemos que hacer es usar cada vez mejor el idioma que tenemos (que tenga cada uno) y explicarse lo mejor posible, para dar a los demás la oportunidad de que discutan nuestras ideas. Me parece lo más ético. Para esto hay que intentar utilizar la acepción más aceptada (fuera de las ideologías) para las palabras, para que no haya confusión sobre a qué se refieren. Me parece lo más correcto en cualquier caso, aunque a veces no sea fácil hacerlo así, porque hay palabras muy maleadas (por ejemplo "liberal").
No se puede pretender que el pueblo aprenda si le resulta imposible entender las enseñanzas. No se puede pretender que haya entendimiento entre las personas que componen la sociedad si cada facción utiliza su propio lenguaje. Y las palabras que usamos, el significado que les damos y los temas que se amplifican interesadamente, difundidos masivamente por medios tecnológicos, determinan el pensamiento de una época, no sólo el popular, también el político o el académico. Y eso tiene consecuencias reales, tanto en lo espiritual como en lo material. Los memes y los memes generados y filtrados con la IA y la difusión masiva enturbian el pensamiento colectivo y lo dirigen a sumideros intelectuales y morales. Algunas expresiones, analizadas en líneas hacia el futuro, acaban mal. Sería el caso de algunas consignas políticas, de la propaganda emocional, de los comentarios cínicos o difamatorios en los periódicos, etcétera. Sólo hay que llevar hasta el final esas ideas, en nuestra mente, y acabarán reducidas a algún absurdo inmoral. En la vida real acaban mal y sobre el papel también acaban mal. Y esto último es tema para otra ocasión, pero es bueno tenerlo en cuenta.
Ernesto García-Testón Gómez a 29 de abril de 2025.
(1) La palabra psicología la usó por primera vez el poeta Marko Marulić en su obra "Psichiologia de ratione animae humanae" en el siglo XVI. Eso dice Wikipedia.
(2) "Género" sería originalmente un sinónimo de "tipo" (lo sigue siendo), pero desde el siglo XIX las ciencias sociales y la antropología empiezan a distinguir entre sexo e identidad sexual. Después aparece el concepto de "rol de género" (Margaret Mead y John Money). Se separan así el sexo del género, lo que ha dado lugar a que se considere mujer a alguien que no ha nacido hembra. Esto es controvertido. Calamity Jane era heterosexual e incluso estaba casada, pero aumía roles masculinos; hay hombres que practican profesiones tradicionalmente femeninas e incluso tienen maneras femeninas, asumiendo roles de género, pero son hombres; incluso ser homosexual no es dejar de ser hombre o mujer. Hay mucha controversia son esto, pero lo importante es saber que el sexo y el género son conceptos diferentes, aunque en la práctica suelen ir unidos. Y hay algo importante a tener en cuenta: la sociedad funciona gracias a que hay dos géneros, masculino y femenino, y quienes desean "transicionar" se adscriben a uno u otro. Se trató de establecer la existencia de 143 géneros, pero sólo hay dos, masculino y femenino, con independencia del sexo, como concepto. Esto es controvertido y es confuso, por la reasignación de significados a significantes ya conocidos.
(3) Kant, en el prólogo de la "Crítica de la razón práctica", explica que él trata de inventar una nueva forma de hablar para poder alcanzar nuevos conceptos muy complejos. No lo consigue, porque usa palabras que ya existían, de ningún modo es otro idioma nuevo. Posiblemente usara un lenguaje críptico para ocultar sus ideas, pero en sus discursos y opúsculos políticos se expresa muy bien. De todas formas, leer las críticas de Kant es muy engorroso, son difíciles de entender y sigue sin estar claro por completo qué trataba de decir. El caso de Freud es diferente, él crea una ideología en la que utiliza nuevos significados dentro de viejos significantes, pero es dogmático y todo lo basa en el principio de libido. La confusión de términos sirve para evitar que se rebatan tus ideas, sirve al dogmatismo. Y curiosamente, la palabra que siempre asociamos a Freud y la que ha tenido éxito a lo largo del tiempo como transmisora de un concepto concreto es "psicoanálisis", una palabra nueva en su momento. Sospecho que el aparente triunfo de las ideas de determinados pensadores se debe más a la deliberada imposición por determinados colectivos que a una aceptación real dentro de las culturas, de la cultura occidental incluso. En todo caso ya es sabido que el empleo de un determinado lenguaje supone la diferenciación de estatus y un rasgo identitario. Esto se ha visto en el nuevo lenguaje que la izquierda norteamericana ha querido imponer (es algo que se ha extendido por todo Occidente). Aunque sí han creado nuevas palabras como "homofobia", han usado otras ya existentes como "transición": la primera no causa confusión y se ha establecido en el vocabulario, pero la segunda genera confusión y enfado, no sólo por motivos identitarios, también porque se usurpa el significado que la mayoría de la gente da a esa palabra.
(4) Marcelino Meléndez Pelayo en "Historia de los heterodoxos españoles".
Ernesto García-Testón Gómez 2025.
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