sábado, 8 de enero de 2022

La soberanía individual y las aspiraciones personales.

 



Al nacer somos indefensos. El rorro debe estar junto a la madre y depende de ella para todo. Y así ha de ser hasta los tres o cuatro años, periodo en el cual el niño aprende a caminar, a hablar y recibe la impronta, por la cual aprende las emociones básicas y las reacciones que les han de corresponder (siempre y cuando la madre sea una persona cuerda). Quiere decir esto que ya desde que nacemos no tenemos una autonomía individual plena y hasta para que sea nuestro carácter de una u otra manera dependemos de otros. Seamos buenos, malos o regulares, sin el contacto con la madre y con otros seres humanos no seríamos personas.


La familia.


Suponiendo que tengamos familia (la mayoría de nosotros la tenemos) es la familia la primera institución a la que pertenecemos (pues la familia es una institución, antes patriarcal y ahora no, reconocida por ley y dirigida por alguien, cuyo mando o patria potestad es también reconocido por la ley). Como al nacer no tenemos entendimiento ni capacidad alguna -pertenecemos a una determinada familia por nacimiento-, no elegimos pertenecer a esa familia y a ella pertenecemos de por vida a no ser que por alguna circunstancia grave esto deje de ser así. La familia es dirigida de facto por aquella persona que por su posición, sensatez, carisma y esfuerzo la mantenga unida y funcionando. Al nacer ya pertenecemos a una familia y estamos bajo el mando de una persona. Ya podemos ser lo precoces que queramos que esto es así sin remedio. Ahora bien, es en la familia, a medida que crecemos y aprendemos, donde comenzamos a desarrollar nuestro espacio o campo de soberanía individual (a partir de ahora "espacio"), que es una parcela donde tenemos intimidad y capacidad de acción, siempre en la medida que se nos permita dentro de la familia. Lo normal es que este espacio se haga mayor a medida que nos hacemos mayores nosotros. Quienes vivan bajo la tutela de unos padres sobreprotectores y manipuladores ni desarrollarán su personalidad satisfactoriamente ni podrán ampliar su espacio de soberanía individual. Para ellos solo queda la ruptura traumática con la familia o someterse a ella de por vida.


La maduración tutelada.


Haciéndonos mayores "salimos del nido". No supone esto que nuestro espacio de soberanía sea el mundo entero. Ingresaremos en un cuartel, en una universidad o en una empresa y nuestro espacio de soberanía estará limitado por estas instituciones. Seguimos perteneciendo a la familia en la que nacimos pero ya no nos regimos por su normas sino por otras. En el cuartel tendremos un espacio de soberanía individual muy reducido, apenas una litera y una taquilla, una sale de estudio, un retrete... En la universidad tendremos la habitación que el dinero de nuestra familia se pueda permitir (no depende de uno mismo) y, aunque hay más permisividad que en el cuartel, tendremos que cumplir unas reglas y llevar a cabo unas tareas programadas. En la empresa somos "propiedad" de un empresario durante el horario de trabajo, somos fuerza de trabajo, y solo somos relativamente libres fuera de este horario, tan libres como nuestro salario y las leyes del Estado nos permitan y según para qué. Somos "libres" de viajar por el mundo, pero al caer en otro país somos tan libres como ese Estado nos lo permita. Realmente solo somos libres en nuestra mente, de los ojos para dentro.


Pero fuera de la familia y del horario de trabajo seguimos teniendo un espacio de soberanía individual dentro de otras instituciones: el municipio y el Estado.


El municipio es el núcleo urbano en el que habita y participa nuestra familia y donde estamos en contacto con otras familias. Nuestra relación con otros individuos es una relación con otras familias y esta condicionada por las relaciones de cooperación o competición entre estas. El estatus social que tenemos viene dado por el estatus de nuestra familia, por la riqueza y por el respeto que se tiene a nuestra familia. Generalmente "heredaremos" ese estatus con el nombre de nuestra familia, así como una determinada manera de relacionarnos con el entorno social. Y aquí vemos cómo las familias más poderosas son las que gobiernan el municipio y se disputan este gobierno. Ya aparte de esa disputa, en el pueblo, quien tiene tierra u otros bienes, suele delegar en el hijo mayor, que está atado a esto: lo que creemos espacio de soberanía y mando es una obligación, también de por vida. En la ciudad esto no sucede de igual manera, pues no convivimos de manera directa con otras familias que disputan con la nuestra el ascenso social y el estatus viene dado por el dinero, que gastamos de manera más libre, sin estar atados a tierras, animales ni a un clan. El poder municipal está lejos y el poder estatal aún más. Es por tanto en la ciudad (y no en el pueblo, en "el rural" como se dice ahora) donde más libre se siente el ser humano, pero no lo es del todo (nunca lo es). En la gran ciudad nuestra libertad de acción se basa en que es más fácil encontrar personas a las que les guste lo mismo que a nosotros. En el pueblo hay poca o ninguna variedad.


Libertad.


No creo que haga falta explicar que el ser humano que ha aprendido a ser persona no puede ser libre como lo es un animal. Si nos soltasen en medio del campo, desnudos, y nos dijesen "eres libres, corre", eso más que una liberación sería un castigo horrible. Sin embargo si nos diesen una cuenta bancaria con fondos ilimitados y nos dijesen "haz con esto lo que quieras porque es tuyo" entonces sí que nos sentiríamos libres y felices, aunque siempre estamos, por supuesto, bajo el imperio de la ley en un Estado de derecho. Necesitamos vivir en sociedad para ser personas y para beneficiarnos de algunos privilegios, a cambio de algún sacrificio: tenemos derechos y deberes y somos tan libres como se nos permita dentro de un sistema social. Tampoco creo que haga falta explicar que la libertad absoluta es una quimera, un absoluto inalcanzable como la felicidad, por lo tanto no debemos desearla ni prometerla. Lo que tenemos es un espacio de soberanía individual que será mayor o menor según nos permitan las instituciones de las que somos dependientes, por tanto sí es lógico intentar ampliar cada vez más nuestro espacio de soberanía y nuestras capacidades.


Estado.


Igual que una familia puede ser opresiva, así lo puede ser un Estado. Por ejemplo, los ciudadanos de Cuba son menos libres que nosotros, los ciudadanos españoles: no se les permite tener un espacio de soberanía individual tan amplio como el nuestro; no tienen dinero ni propiedades les dejan gastarlo ni pueden dar rienda suelta a sus extravagancias personales. China es uno de los países más desarrollados del mundo, sus obras de ingeniería civil y su urbanismo nos asombran, pero los chinos no pueden permitirse la más mínima extravagancia sin perder sus "puntos ciudadanos". Evidentemente no es lo mismo un Estado comunista-maoista, como el chino, que uno islámico, que uno estamental cristiano de siglos pasados o uno laico o aconfesional como los actuales en Occidente. La cultura determina cómo va a ser el Estado y cuánto espacio de soberanía individual va a permitir a sus ciudadanos y en qué aspectos. El Estado es la organización de un grupo humano bajo un régimen legal en el que los individuos tienen una serie de obligaciones y derechos y un determinado espacio de libertad o de "soberanía individual". Pero antes del Estado estaba el "grupo humano", con una cultura, que es a lo que llamamos "nación". El Estado es necesario para que exista un orden y reparto de riquezas, nos guste o no es un logro. Pero hablar de esto no es el objeto de este artículo.


Transporte, información y dinero.


Por todo lo dicho anteriormente ya podemos deducir que el espacio de soberanía individual no debe atarse a un lugar, que las posibilidades son mayores en la gran ciudad y que nuestra riqueza determina nuestra capacidad. Sin embargo tenemos hoy día cosas que antes no se tenían: capacidad de transporte físico de personas y mercancías e Internet. Internet, de hecho, ya casi permite la no dependencia del transporte, pues podemos comunicarnos de manera instantánea con personas del otro lado del Globo y podemos llevar a cabo muchísimas gestiones. Si unimos capacidad de transporte personal, riqueza y comunicación digital, tenemos a una persona que es cada vez menos dependiente del Estado. Sería el caso de Bill Gates o George Soros, personas que tienen residencia en cualquier sitio, mucho dinero que ni siquiera está a su nombre y acceso a información privilegiada y a una red de comunicación enorme. Son inalcanzables, hasta cierto punto. Para desmontar esas fortunas e impedir que desarrollen sus enormes capacidades habría que darles caza, destruir los servidores informáticos donde se fundan sus imperios, quitarles su dinero. Podría decirse que estos magnates han fundado sus propias naciones, sus propios imperios, y de hecho es así como denominamos a sus dominios, "imperios". Habría que pensar entonces en las razones que podrían tener los Estados para destruir estos imperios: la buena fe de estos magnates y su adhesión patriótica a una nación impediría una guerra (lo que ocurre en EEUU). Pero la realidad es que estos imperios se han creado y han crecido dentro de un Estado nación y es simbiótico con él. La inestabilidad y la crisis vienen dadas por el afán de poder individual, cuando las grandes corporaciones deciden doblegar naciones, cuando deciden doblegar su propia nación. En el caso de EEUU esta simbiosis entre corporaciones comerciales y Estado es evidente, lo que se plantea es una lucha de poder y quien ostenta el poder es responsable de las vidas y el bienestar de los ciudadanos. En esas estamos. La obstinación de las corporaciones, de los magnates, por tener el control absoluto de los mercados y de la vida de las gentes llevará a una guerra, al aislamiento: los transportes y las redes de información digital quedarán encerradas dentro de los ámbitos nacionales. La única solución posible a este problema vendría dada por el respeto a las culturas, a las naciones y por la determinación de mantener y aumentar el bienestar de los ciudadanos. La civilización necesita riqueza, tecnología, conocimiento y alcanzar un término medio, un equilibrio de poderes.

Pero volvamos al individuo.


Las aspiraciones.


El individuo, como ya se ha explicado tiene un espacio menor o mayor de soberanía individual. Su capacidad viene dada por sus conocimientos y por su riqueza. Lo deseable para el individuo no es alcanzar "libertad plena", pues eso es imposible, sino tener un espacio de soberanía individual mayor que sus propias capacidades e incluso mayor que sus propias aspiraciones. Lo que nos queda por plantear es qué son las aspiraciones y cuáles deben ser en el individuo.

El espacio de soberanía individual debe ser concebido como una realidad y eso a lo que llamamos derechos es la amplitud de ese espacio. Nuestra primera aspiración debe ser tener un amplio espacio o campo de soberanía individual, aunque en un principio no podamos abarcarlo. 

La segunda aspiración debe ser aumentar nuestras capacidades, que son nuestro conocimiento y nuestra riqueza (también puedes ir al gimnasio y hacerte más fuerte, pero esto no sirve de gran cosa). Esto es lo que nos permitirá abarcar el espacio de soberanía individual. Por supuesto, debemos tener nuestras necesidades cubiertas sin depender de otros. En este caso, al depender de la empresa o el Estado - que nos dan dinero-, la ausencia de generosidad, el pedir a cambio más de lo razonable, supondría una ocupación de nuestra soberanía individual, por lo que nos veríamos reducidos a espacios y tiempos pequeños y no sería posible el desarrollo hacia eso que llamamos libertad (un inalcanzable). 

La tercera es tener relación con otros seres humanos, tener amigos, pues necesitamos a otros para ser personas. Ahora bien, se dan aquí dos conflictos: la intrusión en el espacio individual y la interferencia en el aprendizaje y desarrollo individual. Nuestro ser depende de otros seres. Necesitamos amigos (y pareja) que no nos obliguen a ser como no queremos ser. Nuestro espacio de soberanía individual no debe ser ocupado por otras personas. En tal caso viviríamos en sus espacios de soberanía sin tener uno propio. La amistad es la provisión mutua de algo emocional o material que es necesario. Por ejemplo: tu pareja, con quien compartes vivienda, quiere colgar un cuadro y te parece bonito, te proporciona bienestar y a ella (o él) también; o por el contrario te parece horroroso hasta el punto de no soportar su visión pero se cuelga en la pared por imposición de dominio. Eso último es ocupar el espacio individual, reducirlo, y lo primero es beneficio recíproco. En esto entra en juego la paciencia*, que tiene un límite. El espacio de soberanía individual tiene sus niveles y los externos deben ser flexibles. 

La cuarta aspiración debe ser llevar a cabo una obra que constate nuestro nivel de conocimiento y la maestría de nuestras capacidades. La obra se acumula con el tiempo y es parte del mundo, que es común a todos los seres humanos.

La quinta aspiración es poder legar algo bueno y útil a las generaciones siguientes. Debemos aspirar a dejar en quienes nos suceden algo que a estos mismos les dé capacidades. Y por supuesto, debemos concederles un espacio de soberanía individual lo más amplio posible. Pero este legado debe dejarse en silencio, sin llamar la atención ni presumir de él: presumir de "su legado" antes de morir es una estupidez y genera falsas expectativas en los sucesores. Y las expectativas son peligrosas.

Resumiendo, las aspiraciones a tener que yo propongo son: tener un amplio campo de soberanía individual, aumentar nuestras capacidades, tener una red de relaciones, llevar a cabo nuestra obra personal y dejar un legado.


Advertencia sobre las expectativas.


Hasta ahora hemos hablado de "aspiraciones", pero es habitual oír o leer cualquier cosa acerca de las "expectativas": las expectativas de vida, las expectativas de los jóvenes, etc. Debemos tener cuidado con esto y no confundir los términos, pues hay una enorme diferencia semántica. Es mejor tener aspiraciones que tener expectativas.

Tener aspiraciones supone obrar en pos de la consecución de algo bueno (una carrera, un negocio, un empleo, ligar, casarse o lo que sea). Tener expectativas es "esperar" (de spectare) a que te pase algo bueno. Tener aspiraciones es hacer y tener expectativas es jugar a la lotería o suponer que papá, mamá o el Estado te van a dar algo bonito. A veces te pasan cosas buenas porque sí, pero no depende de ti, depende del azar o de la voluntad de otras personas.

Resulta muy fácil introducir expectativas en las mentes de los comunes y después hablar de las expectativas no cumplidas. Es un engaño y un autoengaño. La percepción de unas expectativas falsas puede llegar a impedirnos evolucionar, a desarrollar nuestra personalidad satisfactoriamente, a crecer, o pueden hacer también que seamos dañinos con quien nos rodea. Las falsas expectativas conducen a la disociación, pues encarrilamos nuestra vida en su línea. Nuestras aspiraciones pueden estar equivocadas pero nuestras expectativas casi siempre lo están y de ser seguras no son expectativas sino certezas. Cuando aspiramos a algo no suponemos (intentamos conseguir con nuestro esfuerzo que pase algo), cosa que sí hacemos al esperar que ocurra algo (suponemos que ocurrirá). Tampoco debemos confundir "expectativas" con "derechos", por ejemplo: "los jóvenes no tienen expectativas de ser propietarios de una casa propia antes de los 35" no significa que los jóvenes menores de 35 años tengan derecho a ser propietarios de su vivienda. Ojo con esto. 

Las expectativas no son nuestras, "nos las colocan", por eso son tan molestas. Las aspiraciones, sin embargo, son nuestras y de nadie más. Observad que la condescendencia de nuestros mayores y nuestros superiores o nuestros compañeros siempre va dirigida a "nuestras" expectativas. Esto es así porque no son nuestras sino "suyas". Nuestras aspiraciones, por contra, son objeto de discrepancia o desaprobación. Esto es así porque son nuestras y no suyas e interfieren con los intereses y las aspiraciones de otros.

He creído importante aclarar esto al final ya que no debemos esperar que nadie nos ceda un espacio de soberanía. A veces nos lo dan, hay personas que lo tienen, pero eso siempre depende de otros. El espacio de soberanía personal hay que conseguirlo y agrandarlo con el propio esfuerzo**.


Ernesto García-T. G., a 8 de enero de 2022.



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Seamos todos marginales.



* De "patior", sufrir o soportar, capacidad para sufrir algo durante un tiempo prolongado. 

** Es necesario tener alguna independencia de las instituciones citadas y poseer un espacio físico, riqueza material y capacidad de desplazamiento. Si libres no somos sí tenemos libre albedrío, es decir, que podemos decidir qué hacer o qué no hacer (si nos dejan). La propiedad -que según algunas doctrinas (Rousseau o Marx) es fruto de nuestra maldad, que se las robamos a otros- determina eso que llamamos libertad, nuestra libertad individual. La propiedad es un derecho (natural y positivo) que garantiza el respeto a nuestras cosas y a nuestro espacio de soberanía individual. Sin propiedad careceríamos de espacio y de la materialización de la libre construcción de nuestra persona a lo largo de los años. Si la libertad no existe sí existen el libre albedrío y las posibilidades gestionadas a través de él. Sin propiedad tenemos menos posibilidades, menos elementos con los que actuar o facilitar nuestra acción. Pero tampoco podríamos ser "libres" si no sabemos qué hacer con todo eso, por tanto cuanto más sabios seamos más libres podremos ser: necesitamos capacidades materiales y espirituales.


P.D. Los colegios son instituciones donde se obliga a estar a los niños, donde se les enseña a vivir de acuerdo a unas normas y donde se les transmiten unos conocimientos limitados. El campo de soberanía de los niños en el colegio es limitadísimo. En algunos casos son como las cárceles rusas de las películas de Jean-Claude Van Damme pero con niños. Creo que el sentimiento de decepción e impotencia es común a todo el que haya pasado por el colegio: no se tiene ese espacio de soberanía individual, el estatus de alumno es el más bajo (y más bajo aún si eres débil), no se aprende gran cosa y a los niños se les trata fatal, como si fueran idiotas, de una manera que un adulto con una mínima fortaleza mental no toleraría (y esto no es bueno para formar sus personalidades). Los sistemas antiguos al menos eran más duros en cuanto a la cantidad de contenido y no eludían la cultura clásica, pero la disciplina era más dura, más humillante, y se infligían castigos corporales. Quizá sea más piadoso atiborrar de contenidos a los niños y que aprendan lo máximo posible, porque después los vamos a soltar con lo que hayan aprendido y que se apañen.




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