Ya lo dije: la libertad no existe. La libertad es tener dinero y ser gobernados por personas sabias, buenas y generosas que nos dejen vivir y hacer nuestras cosas. Y hoy digo que el bienestar es bondad, abundancia y equilibrio. Esta es la tesis principal de este artículo, y no es un planteamiento utópico. Debemos aspirar a ser gobernados por las personas más sabias, honradas y generosas que tengamos disponibles, y debemos aspirar a que las relaciones entre los ciudadanos se caractericen por lo buenos modos, la confianza y la generosidad, al menos en la medida de lo posible.
Es evidente que nuestra clase política no está a la altura de esta aspiración. Yo no voy a hablar de eso sino de algo más abstracto. Os ofrezco una revelación, eso que los anglosajones llaman un "insight".
Debemos tener en cuenta que si las relaciones entre las personas se caracterizan por la dureza del trato y la desconfianza y la rigidez moral, es fácil tener miedo de lo que piensen los demás de nosotros. Esto es lo normal, heredado de nuestros predecesores, pues no había abundancia y las exigencias morales eran muchas y muy rígidas. A medida que fuimos avanzando y adquiriendo más riqueza y relajando un poco nuestras costumbres, fuimos alcanzando mayor bienestar. Y hoy día volvemos a tener grandes exigencias morales y menos abundancia, sobre todo por la presión fiscal, por el puritanismo hipócrita, por no saber qué hacer en un mundo muelle pero confuso, por la frustración vengada en nuestros seres queridos, por las vengancillas, por ser unos paletos mezquinos y por los malos modos que nosotros mismos tenemos. A menudo creemos que la ira y el resentimiento o el impulso que nos da el miedo son para nosotros como las espinacas para Popeye, pero eso no es cierto: servirse de esa energía y revolcarse en ella no nos hace más fuertes ni nos lleva a nada bueno, porque es un entusiasmo malsano. Revolcarse en esas emociones sólo nos mantiene en un estado alucinatorio, en un mundo imaginario. Las emociones no sirven para nada para que no sea tener una respuesta primaria, por tanto no debemos guiarnos por ellas en la realidad compleja propia del ser humano.
Soy la invención de otros.
Soy la invención de otros:
ellos son mi neurosis,
mi religión particular,
y están en un lugar
al que no puedo acceder.
Sin ellos no puedo ser
y soy lo que quieren ellos.
Decía Freud que la neurosis es una religión particular. Y esto es una genialidad, pues es eso exactamente: es el pensamiento mágico que determina nuestra visión de la realidad, por ignorancia. Decía también que los creyentes son neuróticos (e ignorantes), lo cual es una falacia, pues olvida todo el avance civilizatorio y la unión entre filosofía y teología de tantos siglos y que resuelve muchos de nuestros problemas. Pero en una dirección, esa afirmación es cierta y es genial. Esto es una revelación: la neurosis es una religión particular.
Ahora veamos las causas de determinada neurosis por la cual pensamos que el mundo nada bueno nos ofrece. Hay tres causas principales: que tu familia sea la causa primera de tu baja autoestima, la falta de dinero y que estés rodeado de personas mezquinas y carentes de autoestima que sean cotillas, groseras y osadas en el trato con todo el mundo. Para bien o para mal, creemos ser así como los demás nos tratan y actuamos en consecuencia. Es muy difícil salir de ese círculo vicioso, porque para hacerlo debemos ser desprendidos y mostrarnos como queremos ser, algo que nos pone en peligro: si ven que eres más fuerte e inteligente de lo que creían, te atacarán, y si muestras familiaridad o serenidad en asuntos que puedan ser considerados controvertidos o que supongan tabú, te atacarán, aunque no estés haciendo nada malo. Pero comportarse así, rompiendo alguna regla sin hacer daño, puede romper ese círculo vicioso y permitir alguna pequeña pero feliz innovación.
Es un mundo imaginario.
Es un mundo imaginario
que se torna en material,
y cada uno de nosotros
se sitúa en el centro
de ese mundo imaginado,
tan falso como la visión
que de nosotros tenemos.
Se crea así un mundo imaginario que se materializa, pues todos nos comportamos de un modo determinado por la pobreza, la mezquindad y los malos modos, y unos a otros nos modelamos con nuestra peor forma. Y cada uno es centro de ese mundo que imagina, que es tan falso como esa nefasta autoimagen que cada uno tiene de sí mismo. Creamos así un mundo, un marco narrativo, con reglas miserables. Creo que no hace falta explicar que esto no es bueno.
Lo que es bueno es crear un mundo, un marco narrativo, con reglas mejores y más gratas, y hacerlo real con nuestros actos. Pero ya lo dije, si hacemos esto nos ponemos en peligro. Salir de ese marco mental, salir de esa depresión provinciana, salir de la involución de una familia disfuncional, hace que nos comportemos de distinta forma. Se exterioriza nuestra nueva forma de pensar y con cada uno de nuestros actos, en este estado mental, quizá podamos cambiar algo, con riesgo de salir perjudicados. Pero quizá así se puede innovar, como dije. Podemos imaginar que el mundo es inamovible y no hacer nada nuevo, por miedo a un castigo prometeico, o podemos imaginar que el mundo es mejor y actuar como si así fuera.
En todo caso, los cambios nunca pueden ser drásticos. Es bueno imaginar un mundo mejor, ser conscientes y discretos por el daño que podemos recibir si nos pasamos de listos e introducir pequeños y poco perceptibles cambios.
Y la soledad hace daño.
Y la soledad hace daño,
por ver sólo mundo soñado.
Pero al salir no sanamos.
¿Qué vemos? El mundo,
ese que otros limitan,
y es por ello que bienestar
es abundancia y armonía,
dadas por la generosidad.
Al percibir mal en el mundo, en nuestro día a día, la reacción lógica es huir de ese mal. La tecnología moderna nos permite aislarnos cada vez más, y aislados ya sólo somos capaces de ver ese mundo horrible que imaginamos y que se retroalimenta con la negatividad propia y ajena. Entonces podríamos pensar que al salir a la calle y hablar con la gente todo se arregla, ¿pero qué vemos? Pues vemos lo mismo que antes he descrito: carencia, malos modos y mezquindad, es decir, ese mundo imaginario y esa imagen de nosotros mismos que los otros y nosotros mismos limitamos con nuestro carácter de mierda. y digo que es imaginario porque el bien está ahí, pero no lo vemos, porque no forma parte de nuestro mundo imaginario.
Llegados a este punto debo aclarar algo:
Es cierto que hay malas personas y gente que no nos quiere bien, pero eso es sólo una parte de la realidad. La otra parte de la realidad es que hay buenas personas y buenas oportunidades para nosotros (dentro de unos límites), pero para nosotros nuestro mundo es como lo imaginamos, y ese nuestro mundo es como una historia, como una narración, y faltan muchas cosas.
Quizá nuestro gran error sea pensar que podemos cambiar la realidad describiéndola o describiéndonos a nosotros mismos. Nuestra visión del mundo se puede concentrar en un conjuro. La neurosis es una religión particular. Pero puestos a imaginar, imaginemos algo bueno y seamos buenos. En todo caso, "neurosis" es enfermedad, es decir, un mal. Puede haber una visión cosmogónica y cosmológica abierta, una creencia no rígida ni neurótica...
La neurosis es provocada por la creencia de que el mundo no puede mejorar.
Ernesto García-Testón Gómez a 19 de julio de 2024.
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