sábado, 5 de marzo de 2022

Adiciones.

Fotografía hecha por mí.


Adiciones a los artículos anteriores.


"La libertad no existe, sólo nos dejan hacer cosas".

¿Os han prometido libertad? Pues la libertad no existe, sólo nos dejan hacer cosas. No podemos ser libres. Eso que llamamos libertad es una quimera. Hablar de libertad es un recurso poético, evocación, nada más.

Ni la libertad existe ni somos autónomos: dependemos de los demás y nuestros actos tienen consecuencias. Incluso la formación de nuestra personalidad depende de otros y de las circunstancias. Sí tenemos libre albedrío, pero este está limitado, porque aunque tenemos capacidad de decisión no tenemos infinitas posibilidades entre las que elegir sino sólo unas pocas. Tampoco lo sabemos todo, por lo que a menudo desconocemos algunas posibilidades que sí tenemos. Sí tenemos "soberanía individual" y esta consiste en el espacio donde podemos hacer cosas y en nuestras capacidades, es decir, lo que sabemos hacer, lo que podemos hacer y dónde lo podemos hacer, aquello que define los límites de lo que llamamos libertad.

El discurso liberal, por influencia de la Ilustración, siempre nos habla de "libertad", pero como ya he dicho, la libertad (absoluta) no es posible, no somos del todo dueños de nosotros mismos; y esto hay que decirlo, porque si nos pasamos la vida persiguiendo la libertad nos llevaremos una tremenda desilusión, sin duda.

Como digo, la soberanía individual consiste en un campo de acción y en nuestra capacidad. Cuanto mayores sean nuestro campo de acción y nuestras capacidades mayor será nuestro dominio o soberanía individual, ese espacio físico y espiritual donde podemos hacer lo que queramos porque es nuestro de nuestra propiedad (y la propiedad es por tanto fundamental para poder hacer, para ser "libre").

Por capacidad entendemos la inteligencia, el conocimiento, la elocuencia, la sociabilidad y las capacidades físicas como la fuerza y la belleza. La inteligencia y el físico son cosas que "vienen de fábrica", pero se pueden potenciar yendo a un gimnasio o vistiendo bien. La elocuencia se ejercita y se aprende por medio de la retórica. La sociabilidad depende de la construcción de la personalidad y es algo difícil de cultivar, a lo sumo se pueden corregir algunos defectos, con ayuda y rompiendo barreras sociales, quizá incurriendo en tabúes que nos impiden salir del ámbito donde nuestra mente es oprimida. Yo recomiendo, a este último respecto de la sociabilidad, recabar tanta información como sea posible de nuestro entorno social, a saber: cómo se llama la gente que nos rodea, qué hacen, cómo son, etc... Un buen comienzo es aprender el nombre de todos los que te rodean. Hacedlo, es buena cosa.

Como digo, nuestra capacidad depende del conocimiento. Y esto es lo más importante, mucho más que tener grandes músculos o ser muy guapo. Y en cuanto al conocimiento sólo puedo decir que hay que esforzarse mucho por aprender tanto como sea posible. Esto requiere tiempo, paciencia, un espacio tranquilo, acceso al conocimiento y pasar muchas, muchas horas en soledad.

En cuanto a si nos van a salir bien las cosas... Sólo puedo decir que esto depende de disciplina para levantarse cuando nos caemos y suerte. El azar tampoco depende de nosotros. Eso sí, hay quien abusa de suerte: esto no es buena política, y por tratarse del azar (o de la Providencia), tampoco es hacer uso de nuestro libre albedrío ni de nuestras capacidades. Cualquiera se la puede jugar (y hay quien no tiene más opciones) pero eso es abandonarse. Yo compro lotería de vez en cuando, pero lo hago desapasionadamente, no es un plan de vida para mí.

Como digo, la libertad no existe. No somos libres ni lo seremos nunca. Tan sólo hay personas que pueden hacer más que otros, nada más. Por ejemplo: decimos que Bill Gates "es libre" porque tiene mucho dinero y hace lo que quiere, pero hasta él tiene un límite (que se lo pregunten a Melinda).

Vivimos en una sociedad y esta sociedad está regulada por un Estado: estamos sometidos a un poder ostentado por unas pocas personas. Esto es bueno porque el Estado nos otorga derechos y nos proporciona lo necesario para vivir como seres humanos y alcanzar metas elevadas (el Estado es necesario). Pero nuestra soberanía individual depende de unas condiciones que se den dentro de este sistema, hacia el que tenemos unas obligaciones a cambio de unos derechos.

Nuestra soberanía individual será mayor cuanto más generoso sea el poder que nos gobierna. El poder limita eso que llamamos "nuestras libertades", que no son otra cosa que permiso para tener un campo de acción y permiso para hacer cosas dentro de ese campo de acción. En una dictadura autoritaria, el individuo tiene un campo de acción mucho más pequeño que sus capacidades. Y en una sociedad llamada "libre", el individuo tiene un campo de acción que supera sus capacidades.

Esto es más complicado de explicar, pero grosso modo es así: nuestra soberanía individual depende de la generosidad y de la honradez de quienes nos gobiernan, esos a los que votamos cada cuatro años. Esperemos que la generosidad del poder nos permita seguir usando Internet para, por ejemplo, usar un blog o un podcast para transmitir ideas así como yo lo hago aquí para todos ustedes... Tened cuidado. Desconfiad de todo aquel que señala y prohíbe.

Esperemos que la generosidad del poder nos permita hacer cosas, nos permita seguir usando Internet y aprovechar todo lo que nos ofrece, así como nos permita crecer y movernos dentro de un amplio espacio. 

Un saludo a todos, adiós.


Ernesto García-T. G., de seis de febrero de 2022 [transcrito de videoconferencia, corregido][Enlace al artículo al que hace referencia].


Seamos marginales.

Cuando hablamos de "los marginados" siempre nos imaginamos a aquellos que viven apartados de nosotros, de la gente normal: a los yonquis, a los mendigos, a las putas callejeras y en general a toda clase de personas que no se ajustan a las normas de la sociedad y son apartadas, es decir, toda la gente que no entra en la "parcela de la normalidad"... Pero cuidado, porque cualquiera de nosotros podemos vernos apartados, excluidos, en un momento dado, porque podemos perder el dinero, acabar en la cárcel, perder la honra, el trabajo o la cabeza o porque podemos simplemente acceder a un estado diferente, diverso de la norma sobre el aspecto, el comportamiento y el estado mental. Una simple opinión inoportuna o una broma sobre quien no se debe (la broma de Kundera) puede sacarnos de golpe de la parcela de normalidad, cuidado.

Así que no hagáis desprecio ni burla de los marginados porque os podéis llegar a ver entre ellos.

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Ahora imaginaos cómo es esa "parcela de la normalidad": un círculo donde está toda la gente que se comporta de acuerdo a las normas establecidas. Y sabed que esas normas son las que dicen qué se puede hacer y qué no se puede hacer, independientemente de las leyes positivas... Pues bien, ese círculo será mayor cuantas más cosas podamos hacer y será más pequeño cuantas menos cosas podamos hacer.

La línea que define ese círculo es el límite entre la parcela de normalidad y el margen de esa parcela, que es (ese margen) donde viven quienes no se ajustan a las normas, los que no se corresponden con el estereotipo social.

Yo voy a hablar de estos marginados, que es hablar de nosotros mismos, porque es lo interesante, porque hablar de ellos es hablar de la diversidad y no de la norma, que sólo es una.

Yo voy a proponeros que seáis un poco "malos", que seáis transgresores de la norma. Es más, yo afirmo que todos somos transgresores y que si no lo somos no podemos vivir. Para poder ser lo que se dice "libres" debemos transgredir las normas; para poder progresar y llegar más allá, debemos transgredir las normas". Vivimos en la marginalidad y nuestra "normalidad" es una mera apariencia.

Siempre nos movemos en lo marginal, porque el ideal que inspira la norma nunca se ajustará a nuestra forma de ser ni nos dará todo lo que necesitamos. Para poder desarrollar nuestra personalidad y nuestros proyectos debemos traspasar los límites de la norma.

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"Ilustrar" al pueblo debe ser hacer a los individuos lo más sabios que se pueda, pero después se debe aceptar que cada cual haga con esa capacidad lo que quiera, dentro de un límite, claro está, por eso digo que cuanto más lejanos estén los límites de la normalidad, mejor. 

Si esos límites nos permiten una amplia parcela de normalidad, donde quepan todas nuestras extravagancias, podemos decir entonces que vivimos "con libertad".

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Pogamos como ejemplo a Cuba o a (Corea del Norte).

En Cuba hay una dictadura comunista. Allí el espacio de soberanía individual está muy limitado, tanto como el espacio de normalidad impuesto por el régimen comunista. Allí da igual que tengas una carrera de ingeniería o que seas un literato: para poder vivir mejor tienes que trapichear en el mercado negro. Es decir, que todos los individuos son reducidos a la pequeñez del sistema y todos sin excepción deben entrar en la marginalidad para poder vivir. a menudo, el poder aprovecha esta transgresión como pretexto para la represión.

Pero a pesar de esa realidad onerosa hay algo bueno y eso bueno se encuentra precisamente en lo marginal: al ser tan pequeña la parcela de normalidad y tan grande la marginalidad (donde se supone que no podemos estar), esta última acaba por devorarlo todo y hacer colapsar el sistema injusto.

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Creo que fue Billy Gibbons, el guitarrista de los ZZ Top, quien dijo que "en todas partes del mundo la gente bebe cerveza, conduce rápido y se va de putas". Y es cierto, pero quien hace esto se convierte en un marginado: en un alcohólico, en un temerario y en un putero.

Pero cuidado, no les critiquemos con dureza, desde un pedestal, porque tarde o temprano nosotros mismos acabaremos cayendo en la transgresión de la norma, así que debemos ser indulgentes con la "gente de mal vivir". De esto te das cuenta el día que descubres que pecar es divertido y te aficionas... ¡Ah! pero lo ocultamos ¿No sería divertido poder mostrarnos sin temer un castigo?¿Acaso son cosas tan graves?

Y yo no digo que olvidemos qué es el bien ni qué es el mal. Lo que digo es que para saber qué es el Bien y qué es el Mal debemos verlos con nuestros propios ojos ¿Acaso la falta de indulgencia no es un mal en sí misma? Debemos ser indulgentes con la gente golfa, porque en algún momento de nuestra vida nosotros nos vamos a beneficiar también de esa indulgencia.

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En este mundo tan "seguro", en la época de la "nueva normalidad", nos hemos acostumbrado a ser unos chivatos, por miedo a ser acusados nosotros.

Somos lacayos del poder abusivo cada vez que usamos el "lenguaje inclusivo", cada vez que despotricamos de los puteros, de los machistas, de los "drogadictos" (por un simple porro), los "ludópatas" (jugadores), de los "negacionistas" (de la norma) y de todo aquel que pretenda disfrutar zampándose un "chuletón al punto". Yo a veces me he puesto estupendo y lo he hecho. Pido perdón por ello y me arrepiento porque también he sido débil y cobarde... Seamos indulgentes con los débiles y los cobardes.

Y cuidado, porque en una sociedad donde impera la persecución moral sólo puede llegar a a un estado de decadencia. En una sociedad donde al individuo no se le permiten los vicios confesables sólo le quedará el alivio de los vicios inconfesables, como una desviación ante un poder absorbente.

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No se puede "diseñar" la humanidad y pretender controlarla, pues así sólo está permitido lo que se ajuste al ideal y crece la zona marginal, como he dicho, y la zona marginal no se puede controlar si no es con violencia. Así, si la parcela de normalidad (lo permitido) es muy pequeña y la zona marginal (lo prohibido) es muy grande, el control violento de la sociedad será generalizado. No puede ser de otra forma.

Una sociedad podrá evolucionar mejor, se adaptará mejor al mundo y sus cambios, será más completa, virtuosa y feliz si se permite la existencia de lo marginal en la parcela de lo normal, es decir, si se permiten las cosas que los autoritarismos prohíben pero que no son tan malas en realidad. Hace falta generosidad y visión para crear un orden próspero y benévolo.

Yo espero que todo sea así, tan bonito, pero después la gente "vota mal".


Ernesto García-T. G., de nueve de febrero de 2022 [transcrito de grabación, corregido][Enlace al artículo al que hace referencia].


Aclaraciones a "El edificio defectuoso".

Aclaración del artículo "El Edificio defectuoso".

Os pido disculpas, porque a pesar de que aclaro un poco de qué va este asunto, he decidido mantener oculto el artículo original, que es mucho más duro. Me he censurado a mí mismo para no provocar un conflicto.

Este artículo es complicado, pues para verlo en su totalidad y con la máxima claridad debo hablar de temas espinosos y salvar el impedimento que suponen los tabúes de nuestra sociedad. Como Freud ya lo hizo mucho mejor que yo seguiré dando un rodeo sobre los tabúes. De todas formas debo indicar el punto fuerte de mi tesis que es la posibilidad de odiar a los padres y romper hacia ellos las obligaciones a las que obliga nuestra moral, convenciones y leyes si estos padres no son buenos para nosotros. Hoy día se consideran superadas las ideas de Freud, pero se ha pasado de hablar francamente de lo que nos asusta o de lo que está prohibido a evitar todo esto y dar explicaciones que sean consideradas correctas por la moral, la convención y la ley, para dar al público una explicación insuficiente de los procesos que le afectan. Y creo que no hay cosa peor que no saber, que carecer de información, cuando se está confuso. Otro error que se da es el de reducir la parcela de normalidad a un estado de "salud mental" o "salud emocional" estereotipada, coincidente con el comportamiento considerado aceptable. Y es un hecho que incluso en el ámbito laboral y funcionarial se han establecido unos estereotipos de idoneidad muy concretos y esto ha dado lugar a una mayor exigencia operativa (se exige ser capaz de trabajar más), el ajuste a normas teóricas no humanas (es decir absurdas) y a la marginación y categorización (por tipos y grados de discapacidad) de quienes se apartan del estereotipo físico y mental considerado ideal (Freud era consciente de esto ya entonces). Y es la personalidad que se sale de la norma a la que yo aplico la metáfora del "edificio defectuoso", pero esto es complicado: no pensemos que son personas defectuosas sino más bien personas confundidas que manejan mal la información, que manejan información inadecuada que no les sirve en su entorno o simplemente que carecen de información al no haberla recibido o por haber vivido en una burbuja que les separaba del mundo. Pensemos en todo ello.

A partir de diversas teorías y evidencias dadas en la investigación de la psicología humana yo planteo el tema de la construcción errónea de la personalidad. Parto de la idea de que todos los seres humanos nacidos con un cuerpo y una mente sanos y funcionales nacen iguales y después sus respectivas personalidades se desarrollan diferentes, se complican, y cada cual será más o menos divergente según se adapte mejor o peor en la sociedad. Parto de la evidencia de las disfunciones dadas en la familia que provocan, durante la niñez, estas divergencias. En cuanto al colegio, este es un ambiente artificial y en él se dan situaciones a veces absurdas y a menudo crueles.

En el caso de saberse que nuestros padres o tutores y nuestros maestros nos hacen daño, considero que es necesario romper la norma del respeto incondicional y rebelarse contra ellos, pero no os hagáis comunistas ni de una "tribu urbana" ni nada de eso, por favor. Creo que este conocimiento y esa actitud rebelde son muy saludables.


Ernesto García-T. G., once de febrero de 2022.




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